7 alimentos que causan depresión

7 alimentos que causan depresión

27-10-2014

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7 alimentos que provocan depresión

La depresión afecta a más de 350 millones de personas en el mundo y puede verse acentuada por 7 alimentos que incluimos en nuestro menú diario o en las comidas pantagruélicas del fin de semana.  Eneldo Catering, como experto en nutrición y alimentación 100% sana desde hace 35 años,  nos advierte sobre ellos para que nos concienciemos de sus efectos negativos y del siguiente leit motiv: «somos lo que comemos». 

 

7 ALIMENTOS QUE CAUSAN DEPRESIÓN

 

1. Endulzantes artificiales: Especialistas en Estados Unidos determinaron que todos los endulzantes artificiales producen depresión del sistema nervioso. Asimismo, Rachel Fiske, consultora certificada de nutrición en San Francisco, afirma que el aspartame (endulzante) frena la producción de serotonina y dopamina, lo cual podría ser causa de depresión y ataques de ansiedad.

 

2. Alimentos procesados: Investigadores de Gran Bretaña publicaron en la revista Británica de Psiquiatría que este tipo de comida aumenta el riesgo de desarrollar depresión, ya que contienen sustancias químicas nocivas que favorecen la aparición de enfermedades cardiovasculares e inflamación. Entre ellos están las carnes, embutidos, chocolate y postres azucarados.

 

3. Fritos: Stephanie Fulton, del Hospital Universitario de Montreal asegura que los alimentos ricos en grasa saturada contribuyen a desarrollar conductas depresivas, por las reacciones químicas que se producen en el cerebro.  La Universidad de Navarra confirma sus conclusiones, ya que en exceso aumentan la producción de determinadas moléculas como la citonina, la cual puede reducir la producción de serotonina.

 

4. Lácteos altos en grasa: Las universidades de Navarra y Las Palmas de Gran Canaria han relacionado el consumo de grasas trans y saturadas con el desarrollo de depresión.

 

5. Cereales refinados: El consumo de estos alimentos, así como las harinas refinadas aumentan las probabilidades de sufrir depresión.

 

6. Dulces y refrescos: Pueden proporcionarnos alivio a corto plazo, pero no son una manera eficaz de combatir el estrés. Un estudio del Instituto Nacional de la Salud afirma que consumir más de un litro de estas bebidas al día provoca depresión y si éstas son dietéticas y de sabores las probabilidades aumentan.

 

7. Alcohol: Su abuso por un tiempo prolongado desencadena depresión, ya que interfiere en receptores del sistema nervioso, aunque aún no se determinan los mecanismos asociados a esta reacción, confirma un estudio publicado en la revista Archives of General Psychiatry.

 

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Hay un comentario

  • Contraproducente, como muchas de las cosas que hacemos a menudo en nuestra alimentación.

    La mayoría de estos alimentos afectan directamente al cerebro, produciendo una sensación de bienestar y de placer por las sustancias que se liberan: dopamina, endorfinas, etc. Pero por supuesto, es una situación «rápida» y efímera, que, cuando se acaba, te deja queriendo más, y peor de lo que estabas al principio. Por eso muchos crean adicción.

    Lo peor es que la solución parece fácil: no comerlos, es decir, autoprohibírtelos. Aquí es donde cualquier psicólogo te diría que «prohibir es reforzar», y, dado que estas cosas las tenemos «autoprohibidas» permanentemente (o no autoprohibidas, pero todos sabemos que no se debe abusar de los alimentos altos en azúcares o altos en grasa), a la adicción que crean por sí mismos se añade la «recompensa» que suponen. Y así, una cosa lleva a la otra.

    Lo mejor, en primer lugar, es evitar siempre hacer la mezcla «sentimientos-alimentación» para evitar el temido «he tenido un día horrible: me merezco helado» y el «bajón» posterior al «subidón» que se produce en el cuerpo y en el cerebro.
    Lo segundo, y esto es opinión personal, es aceptar que, ya que no vivimos en un mundo «ideal» donde no existen los alimentos procesados, azucarados, grasos, etc. vamos a encontrarnos con este tipo de cosas en nuestra vida cotidiana más de lo que nos gustaría, razón por la que aprender a moderar su consumo y no prohibírnoslos, y así no conseguir justamente el efecto contrario.

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