Historia de un pelo rizado

Historia de un pelo rizado

09-10-2014

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Hace unas semanas leí un artículo buenísimo que he estado buscando y no encuentro, perdonad sobre los mitos que existen alrededor del pelo rizado. La chica que lo escribía porque la mayoría que escriben de belleza son mujeres exponía que había probado de todo y no había conseguido dominar sus rizos. En una lista, enumeraba, con humor, situaciones como: “por mucho que uses un producto que emule el efecto de las olas del mar en tu pelo no te va a quedar igual que cuando estás de vacaciones en la playa (…) muero porque inventen un producto anti-frizz de verdad porque todos prometen pero ninguno cumple su milagrosa función (…)” . En resumen, ¡desesperación total!

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Pero al artículo-lista le faltaba una conclusión clara: para dominar un pelo rizado hay que ‘liberarlo’ de su naturaleza original. Y los que tienen el pelo rizado y no les mola saben perfectamente de lo que hablo. Pero no, no os equivoquéis. No se trata de coger sérum y plancha, que sé que a muchos os da una pereza horrorosa. Además, este post no tendría ninguna chicha si dijera “pues chicos esto se arregla alisándoos el pelo, venga ¡hasta luego!” ¿Qué clase de blogger de belleza haría eso? Yo desde luego no…

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Para explicaros esa teoría (un pelo rizado hay que liberarlo de su naturaleza original sin alisarlo) os voy a poner un ejemplo de una persona a la que conozco bastante bien: yo. No hay mejor que una experiencia contada por el que la ha tenido para que os pongáis en situación. Empezamos… De toda la vida, he tenido el pelo rizado a lo David Bisbal

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Bueno… quizás no tanto, pero sí que tenía un rizo bastante cerrado. Desde pequeño viví con una madre (mamá te quiero) obsesionada por alisar su rizada melena (genética). Entonces, ¿qué pasaba? Que a mí me hacía lo mismo: gomina, raya al lado que a veces voy así porque me da un aire formal que me mola y… ¡vámonos que nos vamos! Luego olvidamos la gomina por el cepillo hasta que ya cuando fui más mayor edad del pavo me volví un poco rebelde y decidí que mi pelo volviese a su estado natural. Entre eso, los colmillos a lo Draculín, los granos de la pubertad y los aparatos estaba guapísimo…

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Todo cambió cuando vine a Madrid y vi que se llevaba el flequillo filete. Yo, chico recién llegado, que amaba las tendencias, ¿cómo no iba a tener un flequillo filete? Cometí el mayor error de mi vida: hacerme un alisado japonés. Era una mezcla entre Camilo Sesto y un pollo frito.

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Horrible, pero yo me veía bien, cosas de la edad quizás… Pasé varias etapas capilares hasta que un día, cansado de mi pelo rizado sin ataques de bombas japonesas de por medio decidí apostar por el truco de: champú, acondicionador y mascarilla para pelo liso, en mi pelo rizado y… ¡Di con la solución a mi problema! Con los años, cada uno -poco a poco- va encontrando su estilo y le va dando rollito al pelo, he ido descubriendo otros productos que han ido mejorando el styling, como aquellos que contienen Oro Líquido, y la verdad es que ahora, aunque tengo muchas crisis flequillales, es mi mayor manía, puedo decir que tengo absolutamente controlados mis ricitos de oro, (gracias también a mi peluquera Andrea de Corta Cabeza). Ricitos que de vez en cuando dejo que aparezcan, sobre todo por mi flequillo, pero que, como bien decía ese artículo que os comentaba al principio del post, solo quedan bien cuando estoy en la playa.

 

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